Le petit lapin
Debajo de una tarde abrazada por los rayos del sol, cerca de una granja, un conejo luchaba contra el vacío de su estómago. Vencido por los golpes del cansancio decidió refugiarse en la sombra de su mente. Un fresco aroma a verduras hizo despertar sus sentidos. Postrado frente a él yacía el dueño de aquella granja, quien en una bandeja le ofrecía la verde vida que su cuerpo necesitaba.
Cada que el sol nacía el conejo era acariciado por los cuidados del granjero. “Los fríos e injustos días de mi vida seguro han llegado a su fin. En la vertiente de estos placeres me regocijaré. Mi cuerpo refleja la dicha que en mi habita.”, pensaba el conejo.
Una mañana, luego de satisfacer su paladar con su diario festín, somnoliento se dejó arrastrar por Hipnos en un transe profundo. Tomando ventaja de esto, el granjero lo sostuvo de las orejas. Y ahí, pendiendo en el suspenso del aire, el conejo abrumado en confusión permaneció completamente inmóvil. El filo del destino acaricio su cuello para dejar correr por completo el calor de su cuerpo. Poniendo su último aliento en manos del granjero, pago su deuda.
Tefy Ortiz
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