La adversidad de las expectativas
En una casi noche de sábado, ella se encontraba sentada en la orilla de una banqueta sumergida en un maremoto de ideas. No sería la primera vez que esto le ocurría, podría decirse que así trabajaban sus pensamientos, los cuales, deseosos de escurrirse en palabras, hacían que ella se sintiera tan insegura en diversas situaciones.
“¿Quién me asegura que no ha cambiado de parecer? Además, él me insistió tanto para que viniera a la presentación de la banda que le gusta. Eso debe ser una buena señal”, se decía para sus adentros mientras se levantaba de la banqueta y continuaba esperando. Sí bien aún faltaban unos cuantos minutos para que diera la hora en la que se citaron, ella se encontraba ansiosa por verlo llegar. Ya no podía con sus ideas y escenarios imaginarios sobre lo que podría pasar o no esa noche. Se vio tentada a sacar un cigarrillo de su bolsa, pero cambio de parecer y en su lugar buscó el pequeño espejo que llevaba siempre con ella. Se revisó el maquillaje de los ojos y pasó un lápiz labial por sus labios para retocar el color que en ellos llevaba. Luego sintió un roce en su cintura.
─ ¿Qué tanto te miras en el espejo? ─dijo con su voz rasposa en tono de burla.
─ ¡Me asustaste! ─ contestó ella mientras guardaba el espejo y el labial de color rojo en su bolsa.
─Pues…Aún falta un rato para que empiecen a tocar. Acompáñame a conseguir algo.
─ ¿Qué cosa?
─Ya sabes… Algo para estar en tono.
─Ok, ¿Dónde vas a conseguirlo?
─Pues a donde vamos a ir – contestó sarcásticamente mientras tornaba sus ojos en blanco.
Comenzaron a caminar en línea recta, uno al lado del otro. Y mientras él mantenía la mirada al frente y sus manos en los bolsillos, ella lo observaba de reojo. Unas dos calles después, se encontraban frente al sitio en él que necesitaban estar.
─Tú espérame aquí, ahorita vengo. Nada más lo compro y me regreso ─ se dio la media vuelta y entró a un lugar donde le pidieron su credencial para poder dejarlo entrar.
No pasaron más de cinco minutos para cuando él se encontraba saliendo de ese sitio. Con una cara de insatisfacción y acomodándose el flequillo de la frente se acercó a donde ella estaba esperándolo.
─Hijos de perra. No estaban─ dijo tornando sus ojos en blanco.
─Bueno, ¿Y ahora qué? ─ contestó ella con un tono indiferente a la situación que a él le molestaba.
─Pues ni modo. A ver si ahorita me encuentro a alguien que cargue con algo. Ven─ la tomó de la mano y comenzó a caminar de regreso a donde se habían encontrado. ─Ya no deben de tardar.
─ ¿Quiénes?
─Mis camaradas.
─Ahh
─Míralos, ahí están los zoquetes─ levantó la mano y señaló a un joven, el cual a ella le resulto atractivo, éste acompañado de su igualmente atractiva novia. “¿Cómo hace la gente bonita para encontrarse con los de su especie?”, pensó ella.
Luego de que se acercaron a ellos e hicieron las respectivas presentaciones sobre quien era quien, decidieron entrar al lugar para ir acomodándose en la zona más conveniente. El sitio carecía de lujos y adornos, no era más que el amplio patio trasero de una casa construida ya hace muchos años. Si acaso contaba con un mural pintado a mano en una de las paredes. Las personas que podían verse a sus alrededores partían desde aquellos usando ropa extravagante con un toque punk, otros que parecían reciclar ropa de los ochentas, y otros más que se esforzaban en aparentar que no seguían algún estilo, pues ese era su estilo.
Era la primera vez que ella entraba a ese lugar y le parecía simpático y pretencioso que las personas a su alrededor actuaran con arrogancia al querer aparentar un aire “pseudo-bohemio”. Él no dejaba de platicar con su amigo, y a ella esto la incomodaba, así que decidió observar los alrededores un poco. Sin embargo, terminó aburriéndose rápidamente y se desesperó al ver que no obtenía la atención que ella quería de él. “Muero por un cigarro y una bebida”, pensó ella mientras dejaba salir de sus labios un suspiro de ansiedad.
─Pues él tampoco trae nada─ le comentó él a ella. ─Igual y al rato que lleguen mis otros camaradas les pregunto a ver qué. No me da confianza preguntarle a esta gente pedante. Aquí venden puro alcohol. La cerveza es para los imbéciles.
─ ¿Vendrán más amigos tuyos? ─ dijo ella con un tono de decepción.
─ No sé, eso dijeron. Ven. Vamos a dar una vuelta por el lugar mientras empieza─ él la tomó de la mano y la jaló de una forma un poco brusca pero ya conocida para ella.
Imaginó que saldrían un rato a estar solos, y que él le diría que había cambiado de parecer en cuanto a terminar su confusa relación amorosa. O quizás sin mencionarlo, él la colocaría de espaldas a la pared sujetando su cintura y comenzaría a besarla sin decir nada. Esa última parecía ser más de su estilo, actuar sin explicaciones. Pero no ocurrió así, el paseo no fue más que una búsqueda de sus amigos.
Regresaron al lugar donde estaban sus conocidos y la pared pintada con el mural. En ese punto ella se percató de que realmente no sería el centro de su atención y que no pasaría a ser más que una amiga que lo acompañaba. Todo lo demás había sido un malentendido ocasionado por las paranoicas expectativas de su corazón roto. “No tengo nada que perder entonces, al diablo con esto”, se dijo a sí misma. Acto seguido se perdió entre las personas del lugar para regresar con lo que ella consideraba una buena bebida en su mano y un cigarrillo en la otra. Como se imaginó, nada había cambiado, él ni siquiera se había percatado de su pequeña desaparición.
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